Propuesta

Desde mañana, solamente para ver qué pasa, las cosas van a ser ligeramente distintas.

Las espadas se disolverán en leche exactamente un segundo después de ser desenvainadas. Ese paquete sospechoso en un rincón oscuro del Ministerio sólo contendrá papel picado de colores y el exagerado tictac de un reloj verde de juguete. Los gatillos trocarán ominosos bangs por simpáticos plings. Golpes y cosquillas serán, para todo efecto práctico, absolutos sinónimos.

Emociones fuertes, sí, pero que no sean nada más que bostezos disfrazados.

En una de ésas las realidad funciona mejor así.

De regreso

Luego de una fórmula combinada de dieciocho horas de avión, veinticinco libras de papas fritas consumidas y centenares de millas cuadradas de arenosas playas desdeñadas con vigor por un sorprendentemente pulcro Mateo, aquí estamos de vuelta en el punto exacto que nos vio partir.

Y traemos con nosotros renovados bríos, sobre todo para averiguar exactamente qué son los bríos y a qué oficina hay que dirigirse para realizar el trámite de renovación.

Los extrañamos mucho, de verdad.

Un año

Cuentan los que realmente saben que lo mejor de cumplir un año no son los festejos ni los invitados ni los regalos, sino que al fin la propia boca resulta lo suficientemente grande como para comer más de un chupetín a la vez.

(Nota al margen: El clan Entintado en pleno estará de periplo vacacional por unos días, así que es probable que las actualizaciones de este rincón sean aún más esporádicas que lo habitual. De todas maneras, prometo solemnemente aprovechar cada oportunidad cerca de una conexión internética para pispear comentarios y mandar saludos.)

Descubrí Ariel

El detergente para lavar la ropa Ariel tiene una nueva campaña en la que piden que los usuarios satisfechos relaten cómo conocieron el producto. Éste es el texto que acabo de enviarles:


Las cosas con Lucrecia se habían desgastado hasta un punto irrecuperable. El amor se nos había esfumado sin darnos cuenta, como una Polaroid vieja maltratada por el sol. Nos detestábamos, y a esa altura ni siquiera necesitábamos motivos concretos. Seguíamos juntos por una especie de inercia haragana que no hacía más que alimentar nuestro resentimiento.

No sé exactamente qué fue lo que hizo que todo estallara aquella noche. Quizás quemó la cena otra vez, o quizás me acusó de engañarla con la recepcionista de la empresa. No importa demasiado. Lo que sí recuerdo perfectamente es la pasmosa tranquilidad con que me levanté y saqué el cuchillo del segundo cajón. La mirada de Lucrecia, al principio casi divertida en su incredulidad, no se terminó de transformar en una mueca de horror hasta la quinta puñalada. Mientras hundía la hoja una y otra vez entre sus costillas, me sorprendió el gorjeo sordo de la sangre al escaparse rítmicamente por las heridas, como si un canario cantara bajo el agua. Cinco minutos o cinco horas después, se me agarrotaron los dedos de la mano y el dolor me obligó a parar.

Miré a mi alrededor, resoplando por el esfuerzo. No me importó demasiado el desparramo sanguinoliento en el piso de la cocina, pero la camisa que traía puesta era una de mis favoritas y no estaba dispuesto a darle a Lucrecia el placer de haberla arruinado. La puse en el lavarropas, agregando apenas un chorrito de Ariel Futur líquido. Ni siquiera me preocupé por restregar las manchas; sabía instintivamente que no sería necesario. Luego de un corto ciclo de secado y un planchado cuidadoso, la camisa estaba como nueva. Me la puse sin apuro, disfrutando de la increíble suavidad de la tela al deslizarse sobre mi piel y el delicado perfume que la impregnaba.

Sólo entonces, fresco y elegante, llamé a la policía y me senté en el balcón a esperar, fumando tranquilamente.


Estoy convencido de que en cualquier momento me llaman para incluir mi valioso testimonio en su nuevo spot televisivo.

Bombas de verdad y belleza

Me gusta leer absolutamente todo lo que cae en mis manos. Tengo además la suerte de pertenecer a una familia en la que las bibliotecas de mis padres y abuelos están atiborradas de libros de todo tipo, estilo y época (como ejemplo, basta ver una de las fotografías que publiqué hace un tiempo en este post), las cuales vengo saqueando regularmente desde que tengo uso de razón. Clásicos, modernos, best-sellers, rarezas, cuentos, novelas, poesía: no le hice ni le hago ni le haré asco a nada.

Sin embargo, uno de los escritores que más admiro y que figura de manera prominente en una larga lista de influencias (todas ellas mal canalizadas, claro) de mi vida literaria no fue descubierto entre esas páginas sino aquí, en el dudoso mundo virtual de Internet. Su nombre es Joey Comeau, es canadiense y, según tengo entendido, no supera los veintitrés años.

El hecho de que el Sr. Comeau no haya publicado (de la manera tradicional impresa en tinta y papel) más que cuentos cortos en alguna que otra revista y que aún sea un simple estudiante universitario de ciencias lingüísticas no hace mella en su brillantez. De hecho, me hace admirarlo aún más. Escribe en una prosa simple y directa, mezclando humor blanco, negro, verde (y de todos los colores que uno pueda imaginar) con un sentido del romanticismo (en el más cabal sentido de la palabra) capaz de romperte el corazón en dos líneas. Su cuento Where are you off to now? (que se puede traducir como "¿Para dónde vas ahora?"), acerca de un guía turístico que se desvía de su trayecto y lleva a su grupo en un tour ciclístico de su viejo barrio, pasando por las casas de todas sus ex-novias en plan de venganza, es de lo mejor que leí en toda mi vida. Son tres o cuatro páginas por las que vale la pena anotarse en un curso para aprender inglés, si uno no conoce el idioma. Para una lista más completa de los trabajos de ficción de su autoría que pueden encontrarse en la Web, pueden pasar por acá.

Como no podía ser de otra manera, Joey mantiene un weblog, lleno de recomendaciones personales, pensamientos azarosamente inconexos y pequeñas memorias agridulces que son siempre un placer para los sentidos. Otro de sus proyectos, firmemente plantado en el absurdo pero sin renunciar a la poesía, es Overqualified, una colección de cartas de presentación enviadas a compañías reales ofreciéndose (de las peores maneras posibles y sin demostrar vergüenza alguna) para distintos puestos de trabajo. Cuando las descubrí, varias veces me reí hasta que me dolía acá en el costado y las lágrimas no me dejaban seguir. Cada tanto, por suerte, se agrega una nueva carta a la lista.

Pero quizás el trabajo del Sr. Comeau que más admiro es su webcomic, A softer world, el cual ya recomendé en otras varias ocasiones pero aún así no puedo dejar de nombrar. Cada tira es como un glorioso comprimido en verso libre de todo lo que hace que me guste tanto, y las fotografías (obra de Emily Horne) son sencillamente fabulosas: a primera vista completamente desconectadas de las palabras, pero sólo a primera vista. El archivo completo, desde que se empezó a publicar en Febrero de 2003, se puede encontrar en esta página.

Acá van las transcripciones textuales de algunas de mis preferidas, que pierden muchísimo de su atractivo debido a la torpe traducción y la falta de imágenes. Pasen, si gustan, por el original de cada una de ellas para la experiencia completa:

Perdí a toda mi familia en el incendio. Lloré durante semanas. Nada podía consolarme. Hasta que desperté esta mañana, y podía volar. Simplemente desplegar mis brazos y partir. (Enlace al original)

Mi abuela tiene esta broma en la que dice "toc, toc", yo digo "¿quién es?", ella dice "no me acuerdo", y se pone a llorar. (Enlace al original)

En medio de la noche huelo café. Llego hasta la cocina, sonriendo, hasta que recuerdo que estás muerta. (Enlace al original)

Dije mil veces que daría mi alma por tenerte de vuelta. Pero nunca firmé nada. (Enlace al original)

Los casquetes polares se derritieron, pero estábamos preparados. Con nuestros regalos de San Valentín impermeables. Con nuestros equipos de buceo para gatitos. (Enlace al original)

Y, por último, mi favorito personal, que pinta de cuerpo entero mi propia postura ante esa mirada soberbia y cínica disfrazada de supuesta inteligencia que está tan de moda hoy en día, esa estúpida noción de que "si todo me causa desdén, entonces soy genial", esa teoría enferma que postula que belleza y cursilería son sinónimos inevitables:

Sí, creo en el amor, sí, soy un soñador. Pero no estoy solo. Hay muchos más de nosotros que lo que vos sospechás, y tenemos bombas. Bombas de verdad y belleza. (Enlace al original)

El astrónomo gastrónomo

Allá va el astrónomo gastrónomo
flotando muy quieto y frío en el vacío.
Se lo ve casi tan muerto como Humberto,
aquel pícaro abogado asesinado
por un defendido bastante ofendido.
Se embarcó en su cohete de juguete,
viajando por siete años sin un baño
y recién al arribar se vino a enterar
que no hay queso ni aceitunas en la luna
y quedaba devastada su picada.
Saludos al astrónomo gastrónomo
que, aunque no lo merece, hoy perece
sin quejarse del frío ni decir pío.

Esta impresentable rima forma parte de "¿Quién necesita a los adverbios?", un libro de lengua y literatura orientado a niños de tercer grado de primaria que cuenta con el dudoso honor de haber sido prohibido (aún antes de su publicación) por los Ministerios de Educación de 173 países.

Canción del momento XI

Decir que toco el piano sería un insulto totalmente descarado a la música como género en sí. Nunca tomé clases ni leí ningún tipo de libro al respecto, por lo que cultivo un particular estilo neanderthal que se basa en mis escasos conocimientos de teoría musical. Encima, tengo muy mala memoria para recordar los acordes de las canciones, aunque se trate de temas que me gusten muchísimo. Convengamos que el mundo del arte no se perdería absolutamente de nada si se me cayeran mañana mismo los dedos como hojas secas.

Cada vez que el destino tiene la mala idea de sentarme frente a un piano, la primer canción que me viene a la cabeza (y con la que insisto en torturar a quienes tengan la mala fortuna de estar cerca mío en ese momento) es Ain't no sunshine, un celebérrimo tema original de Bill Withers (verdadera leyenda del soul y el R&B) que fue interpretado y reinterpretado por innumerables artistas. Mi versión favorita personal es, por lejos, la que hizo Paul McCartney en el disco Unplugged (The official bootleg), y que hoy se me ocurre traer a este rincón musical. Curiosamente, en este tema McCartney toca la batería y delega la voz principal en el guitarrista (y en ocasiones bajista) de su banda de aquel entonces, el escocés Hamish Stuart.

La letra es simple y a la vez tremendamente genial. Mis tres versos favoritos:

Ain't no sunshine when she's gone
and this house just ain't no home
any time she goes away
---
No brilla el sol cuando ella no está
y esta casa simplemente no es un hogar
cada vez que ella se va

Que la disfruten.

Mejores dos segundos®: El "uh uh uh" en falsete antes de que arranque el solo de piano me pone la piel de gallina.

Lavada de cara

Hace un par de días, por algún oscuro motivo (un desbalance hormonal, probablemente) decidí que era hora de refrescar un poco la vidriera de este chiringuito. Ya que los contenidos siguen siendo tan berretas como siempre, pensé, en una de ésas puedo engañar a la gente mejorando el aspecto del envoltorio.

Bien, luego de unas pocas horas de trabajo absolutamente desorganizado y amateur, he aquí el decepcionante resultado (si no ven ningún tipo de cambio, prueben de presionar Ctrl+F5 para refrescar el caché de sus navegadores). Probablemente haya varias cosas rotas por ahí, así que les pido que si llegan a encontrar algún error extraño o simplemente ven que algo luce realmente mal (vale decir "todo el sitio", por supuesto), sean tan amables de hacérmelo saber en el área de comentarios de este post.

Que sirva esta experiencia como prueba: el progreso no siempre es hacia adelante.

Meta meta

En muy contadas ocasiones, los contenidos de este blog son (en teoría) originales, resultado exclusivo de las gastadas neuronas de quien esto escribe. Esto no implica ningún valor estético más allá de la vaga satisfacción de haber creado algo desde cero.

La mayor parte del tiempo, si se fijan, los textos son insoportablemente autorreferenciales, enfocándose sobre el blog en sí mismo y los procesos involucrados en mantenerlo. Esto suele ocurrir cuando el tiempo apremia y la vergüenza de no actualizar el sitio por varios días sobrepasa la paciencia de esperar a que la inspiración se digne a golpear la puerta.

Ahora, cuando se dedica una entrada completa a escribir acerca de escribir en el blog, ahí ya las cosas pasan de castaño oscuro.

Pasatiempo

El tiempo muerto entre misión y misión puede ser un día, un mes o un año. El agente secreto ocupa estos períodos de espera escribiendo novelas que describen al detalle sus correrías por el mundo: un secuestro y un golpe de estado por aquí, un sabotaje y un asesinato por allá. No se preocupa demasiado por distorsionar nombres, momentos o lugares, y sus superiores tampoco se lo reprochan. Nada mejor para esconder la realidad que transformarla en ficción.

Sentado cómodamente frente a su máquina de escribir, el agente secreto aguarda pacientemente a que suene el teléfono y una voz sin rostro comience a gestar su nuevo best-seller.

¿Blog de qué?

La página principal de Yahoo! Argentina dedica desde ayer (y vaya uno a saber por cuánto tiempo más) su sección "Lo más buscado" al suceso de los blogs, llegando a mencionar (sin preocuparse demasiado por la veracidad ni el sentido de semejante afirmación) que ni siquiera el Presidente escapa a esta moda.

La cuestión es que allí listan algunos enlaces para los interesados en el mentado fenómeno, y el primero de ellos (señalado con una sutil flechita en esta captura de pantalla) lleva como tentador título "Blog de amor":

Haciendo click allí, uno llega a esta pantalla de búsqueda, en donde (seguramente por un grosero error en los algoritmos utilizados por Yahoo!) este enclenque blog aparece primero en la lista de resultados. Este fortuito hecho provocó que, en cuestión de horas, el escaso tráfico habitual en estas páginas se haya multiplicado por diez.

Como autor ideológico y material de este tugurio, no puedo más que sentirme profundamente culpable ante la enorme decepción que sin duda se está llevando esta pobre gente que, sin la más mínima idea de que todo es un gran malentendido, cae aquí por primera vez.

Mil perdones, desprevenido y virginal visitante. De verdad.

Actualización: Cambió la página principal de Yahoo! Argentina y estas costas retornan a su cansino ritmo habitual. Fue lindo mientras duró.

Planes literarios

Voy a escribir un libro sin preocuparme en lo más minimo por los gustos del público. No voy a investigar los temas más candentes en las listas de best-sellers de los diarios dominicales ni pienso contratar a una consultora para que sondee las tendencias del mercado literario, segmentado por sexo, edad y grupo socioeconómico. Nada de fantasía épica adolescente, ni de profundas investigaciones sobre la turbia vida de personajes de la política, ni de claves meticulosamente enumeradas para vivir una vida más plena. No permitiré que un editor cambie una mísera coma de lugar. Ni siquiera les daré los borradores a mis amigos más cercanos para que me ofrezcan su opinión. Voy a escribir, solamente para mí, la novela que me venga en gana.

El protagonista tendrá trece años y se hará llamar, dependiendo del capítulo, Juan, Braulio o Angélica. El tiempo a veces correrá hacia atrás y otras veces hacia adelante, según convenga. La historia (en realidad, el manojo de cientos de historias paralelas) transcurrirá a lo largo de un período cercano a los siete meses, pero en todo momento serán las seis y veinte de la tarde de un viernes de verano. Algunos personajes serán viejos y jóvenes a la vez, de a ratos ricos y de a ratos pobres, desdoblándose y fusionándose conforme avance o retroceda la historia. Todos, absolutamente todos, estarán perdidamente enamorados y no habrá lugar para el cinismo. Ocurrirán (en desorden) cuatro traiciones, cinco tropiezos, seis abandonos y quince redenciones. Los besos serán bastante más importantes que los cuchillos. Habrá un capítulo escrito enteramente en letras azules. Habrá una encargada de un puesto de peaje tan bella que, literalmente, duela. Habrá un vaso que caiga y se haga añicos, en varios momentos, sobre varios pisos, resbalando de las manos de varias personas, y será siempre el mismo vaso. Habrá un reflejo atrasado de una novia inventada en un espejo mentiroso. Habrá un ejército de monos carteristas asolando las calles de Bogotá.

El libro será el equivalente literario a sentarse en el cordón de la vereda para tomar un helado, diez minutos después de haber llegado a casa después de un viaje demasiado largo, a esa hora en que la tarde se niega a despertarse de la siesta.

Creo que con una buena campaña de marketing puede llegar a vender muchísimo. Me vendría bien, así cambio el auto y me hago un lindo crucero por el Caribe.

Yo, tú, él

Me exasperan muchísimo los escritos enteramente redactados utilizando una misma persona, género y número a lo largo de toda su extensión. Te sentás a leer este tipo de cosas y enseguida, si sos como yo, te invade una sensación de sopor ante la falta de desarreglos lingüísticos. El escritor responsable de esa clase de obras seguramente cree, con toda la razón del mundo, que la coherencia sintáctica y semántica resulta fundamental para la buena literatura. Prefiero componer bestialidades como ésta, que cambien de narrador a cada paso, que se regodeen en sus muchos defectos y nulas virtudes, que terminen muriendo sin llegar a decir absolutamente nada.

Obstáculos inspiratorios

Azuzado por un comentario de Voyeur en el post anterior, en donde manifestaba su desdén por los poemas rimados, pensé en redactar algo acerca de mis (pobrísimos) procesos creativos. Mi respuesta original a su queja giraba alrededor de que tampoco me atrae particularmente el tema de rimar, pero me suele servir de fuente de inspiración como un obstáculo a vencer. Ocurre que, a la hora de enfrentarme con la temida hoja en blanco, prefiero tener algún tipo de objetivo a lograr con las palabras que escriba, más allá del contenido en sí. Raras veces la adorada "composición tema libre" logró que genere algo medianamente potable en mis años de estudiante, y esa maldición continuó en mi vida adulta.

Este tipo de misión autoimpuesta no suele ser muy complicada, porque soy demasiado vago como para enfrascarme en tareas ciclópeas. No se trata nunca de algo tan arduo como no utilizar jamás la letra e o redactar ocho párrafos en menos de tres minutos. Tales malabares literarios están muy por encima de mis modestas aspiraciones y realmente admiro a quienes logran resultados interesantes partiendo de restricciones tan violentas. Intento, en general, cumplir con algún sencillo cometido semi-secreto que corra en paralelo con la idea principal de lo que esté escribiendo. No se trata de complicar la marcha innecesariamente sino más bien de agregar a la receta algún tipo de condimento adicional para que la ensalada final resulte, al menos para mí, no tan insulsa.

Toda entrada en estas páginas, me animaría a arriesgar, cumple con algún tipo de misión secundaria. Acaso revelarla sirva de endeble excusa para algunas de las sandeces habituales que suelo descerrajar sobre los desprevenidos visitantes a este rincón. Digamos que, por caso, hoy me propuse escribir acerca de mis técnicas literarias en exactamente 350 palabras, buscando además que las letras iniciales de cada oración conformaran eventualmente el nombre de este mismísimo weblog. Objetivo estúpido si los hay, sobre todo al considerar el triste resultado obtenido, pero que vale como muestra de los patéticos trucos a los que tengo que recurrir cuando las musas hacen mutis por el foro.