Salchichas

En sus retornos anuales a cada pueblo, el Circo de los Hermanos Farfalla jamás muestra mejorías en las habilidades de sus animales. Por el contrario, las fieras más experimentadas son gradualmente reemplazadas por cachorros torpes, poco vistosos en la pista pero libres de mañas y más baratos de mantener. Mientras tanto, las salchichas que se venden en el puesto de comidas tienen cada vez más gusto a trompa polvorienta, a melena vieja, a garra triste.

El caballero dorado

Como quien suscribe está bastante remolón a la hora de ponerse a escribir, su hijo Mateo decidió darle un poco de movimiento a este rincón con una heroica comedia de enredos. A continuación, su primer cuento ilustrado: 

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Para terminar, una transcripción fiel de esta notable ópera prima:

El caballero dorado

habia una ves un señor muy pobre tan pobre que no tenia para comer un dia se fue a un pueblo perdido en el tiempo que el que llegaba ba a ser un caballero en tonces el señor no sabia eso porque no le dan diario el señor beia las mas lindas flores del mundo el rey lo bio y le dijo que el iva a cer el caballero dorado el señor penso que era un juego y acepto la imvitacion fue y le parecio un castillo de verda y despues penso que iva a cer una linda pelicula el rey penso que queria ber una pelicula lo llevo al cine y el señor penso que el iva a ver una pelicula guena y el rey le dijo bas a cer el caballero dorado en la vida real el señor se puso muy contento y le pagaban y no sufrio nunca mas

FIN

Reencuentro

El reparto resultó bastante ecléctico: corazón para un oficinista triste de Praga, pulmones para una gitana andaluza, dos relucientes riñones volando a Londres con destino de jovencita punk y un hígado que le salva la vida a un sesentón alcohólico de Nápoles. Tanto desparramo geográfico complicó el plan, pero tiempo y paciencia es lo que sobra acá del otro lado. Eventualmente, a base de falsas casualidades, sugerencias plantadas en sueños y repentinas obsesiones inexplicables, logré reunir a todos mis receptores bajo el sol de una tarde de otoño. La nota de tapa en Le Monde, hiperbólica como era de esperarse, se refirió al hecho como "una desenfrenada orgía en pleno día a los pies de la Torre Eiffel, con participantes de variadas edades, razas y procedencias, entregados a su apasionada tarea como si una mano invisible guiara sus más bajos instintos". Yo prefiero hablar de un bonito reencuentro conmigo mismo.

Demasiado tiempo libre

A falta de tiempo e inspiración como para escribir cosas nuevas, cada tanto suelo recopilar algunos textos de los aquí publicados (como hiciera, por ejemplo, acá, acá o acá). Y dada la profusión en la actualidad de dispositivos que permiten leer cómodamente libros electrónicos (fuera de la clásica pantalla de una computadora), decidí despedir el año ofreciendo a los sufridos lectores un eBook gratuito que agrupa los textos que más me gustan publicados aquí en Amor Entintado entre el 2004 y la actualidad.

El volumen de marras se intitula Demasiado tiempo libre, y pueden agenciárselo inmediatamente en cualquiera de los siguientes formatos:

  • PDF (para cualquier dispositivo que lea el formato Acrobat Reader)
  • EPUB (para Apple iBooks, Sony Reader, B&N Nook, Kobo eReader, etc.)
  • Mobipocket (para Amazon Kindle y otros)
  • RTF (para cualquier procesador de texto medianamente moderno)

No hay en esas páginas nada que no se pueda encontrar hurgando un poco acá mismo, pero a veces sirve tener todo junto y en un formato accesible como para entender la magnitud de tamaño desaguisado. Espero que les guste.

PD: Ante cualquier problema, hay una página alternativa de acceso al librito por aquí.

La gran manzana

Estas imágenes fueron tomadas en la ciudad de Nueva York a principios de noviembre de este año, durante una breve visita en la que un seguro servidor trató de no dar demasiada lástima durante el celebérrimo maratón que se corre por sus calles:

(Click en las imágenes para agrandarlas)

Tab

Decías siempre
             que recortar frases de cualquier forma
         no clasifica
                  per se
         como poesía por lo que esto
                  claramente
                  definitivamente
                  no es
         un poema dedicado a tu ausencia

pasa que
                  se me rompió este teclado
         de mierda
         y llamé al técnico pero
         el tipo insiste en imitarte
                                             y jamás vendrá

Lunghetta, la jirafa

—¿Hace frío allá arriba? —le gritan los chimpancés, entre risas—. ¿Llegás a ver a tu mamá en África? ¿O la nubosidad disminuye parcialmente tu visibilidad?

Se cruzan entre sus patas flacas, haciéndola tropezar. Usan su cuello como tobogán. Se balancean colgados de su cola. Y Lunghetta la jirafa, fiel a la zoología, la genética y la historia, soporta el acoso incesante de los monos del Circo de los Hermanos Farfalla sin emitir palabra.

Pero durante las horas oscuras de la noche, cuando detrás de la enorme carpa es todo grillos y ronquidos, Lunghetta afila con ahínco sus colmillos en las barras de la jaula y sueña con el momento, cada día más cercano, en el que espante a toda la troupe con ese alarido que lleva miles de años atragantado en su garganta y luego se zampe a Pocholito, el más descarado de esa banda de primates, de un largo y lentísimo trago.

(Entradas anteriores en la saga del Circo de los Hermanos Farfalla)

Vergüenza

Rojos de vergüenza

Rojos de vergüenza

En retrospectiva, parece dolorosamente obvio que era una mala idea. Pero los representantes de la compañía, en sus trajes brillosos y peinados perfectos, habían sido muy persuasivos: "¡Firmeza y flexibilidad! ¡Cero mantenimiento! ¡Esto es el futuro!". Algunos dicen que el intendente aceptó algún tipo de soborno, pero no me consta.

La cosa es que llegaron las lluvias de otoño, los otrora flamantes árboles metálicos se oxidaron de un día para el otro y el barrio enrojeció de vergüenza para siempre.

Córdoba

Algunas fotografías de una reciente visita del Clan Entintado al Valle de Punilla en la provincia de Córdoba:

(Click en cada imagen para verla más grande)

Sinestesia

Sinestesia es un gran programa de radio rebosante de buena música que se emite todos los viernes de 21 a 23 (hora de Argentina) y que puede escucharse vía Internet en Mansa Radio (http://www.mansaradio.com.ar). Hace unos días, los talentosos conductores de dicho programa (@_susanette y @repetitivo) sufrieron un episodio neurológico simultáneo que nubló momentáneamente su capacidad para distinguir el bien y el mal, y decidieron entonces invitarme vía Twitter a salir al aire con ellos. Ni corto ni perezoso, me presenté en los estudios de transmisión antes de que pudieran arrepentirse de su error y procedí a contaminar el éter con mi lamentable dicción e incomprensibles anécdotas, ante la desesperación de los mencionados locutores y sus colaboradores (la encantadora productora @OUIiJA y la no menos adorable @ceciliahorton).

El resultado de aquella noche irrepetible (por disposición legal del Comité de Radiodifusión) puede disfrutarse en el reproductor online de aquí abajo, o descargarse como un archivo en formato MP3, si así lo prefieren.

Espero que lo disfruten y se transformen en oyentes asiduos de Sinestesia, que cuando el invitado no soy yo es infinitamente mejor.

Acuerdo tácito

Teníamos un acuerdo, tácito pero claro: el Renault azul oscuro iría siempre delante mío a cien kilómetros por hora, suficiente como para mantenerme cerca sin demasiado esfuerzo. Seríamos una pareja vehicular inseparable a lo largo del viaje, él siempre abriéndome paso y yo confiando ciegamente en sus decisiones, dos gráciles figuras asombrando al resto de los motoristas, como si estos rejuntes de metal, plástico y carne pudieran enamorarse y bailar en los caminos. Belleza pura sobre el asfalto. Sin embargo, apenas unos segundos después de comenzado el pacto, mi compañero de ruta se despidió sin mayor ceremonia que una impersonal luz de giro y desapareció de la autopista. Acostumbrado a que la providencia no me ignore, en ese mismo momento formulé mi deseo.

Al día siguiente no me sorprendió encontrar al Renault en un rincón de una fotografía en el diario, publicada entre las numerosas páginas dedicadas a la desoladora explosión que destrozó por completo el orfanato de la ciudad y todos los edificios de varias cuadras a la redonda. En la imagen se apreciaba claramente cómo un trozo de mampostería había golpeado sobre el guardabarros derecho, abollándolo. Dadas las circunstancias, era muy poco probable que su compañía de seguros cubriera el incidente.

Sonreí complacido. Mis pequeñas maldiciones seguían siendo bastante efectivas.

El Gran Cambiazo

El Circo de los Hermanos Farfalla tiene una tradición, conocida como El Gran Cambiazo: una vez al año, en función privada, los trabajadores del circo intercambian sus roles. Todos aquellos que normalmente están detrás de escena (criadores de animales, iluminadores, empleados de limpieza, contadores y choferes) se calzan zapatones, galeras y trajes de lentejuelas, toman clavas y monociclos, se pintan la cara y salen a la pista. Mientras tanto, los payasos, domadores, magos y malabaristas ayudan tras bambalinas o se sientan en la platea como espectadores, tratando sin éxito de que sus falsas carcajadas disimulen el llanto inevitable. No lloran por la mala calidad del espectáculo (aunque tendrían todo el derecho de hacerlo), sino porque se asoman a una certeza trágica: ellos, los profesionales con múltiples títulos de escuela de circo y décadas de experiencia, son día tras día tan patéticos como esos toscos aficionados que hoy se tropiezan entre sí bajo las luces de los reflectores. Al día siguiente del Gran Cambiazo nunca hay función.

(Entradas anteriores en la saga del Circo de los Hermanos Farfalla)

Un millón de monos

Tardó un tiempo, pero al fin logró reunir un millón de monos y un millón de máquinas de escribir. Según la leyenda, al cabo de un millón de años alguno de ellos lograría escribir la mejor novela jamás conocida. Grande fue su decepción cuando, cumplido el lapso, lo único medianamente legible que pudo encontrar entre la enorme montaña de hojas mecanografiadas fueron estas mismísimas líneas, que ni siquiera logran concluir de manera correctklkadfkjasdfnm3,,mbananamvÑ%343e2.

Vuelta al ruedo

En este sencillo acto, se deja sin efecto el certificado de defunción que las líneas escritas en el post de acá abajo firmaron a fines del 2009. Por una variedad de razones (quizás la principal sea que la linda gente de Oblogo publicó en los últimos meses varios viejos posts encontrados en estas páginas), hoy estoy con muchas ganas de revivir a Amor Entintado. Tengo ideas para varios cuentos dando vuelta por ahí y creo que el frenesí ecléctico de Puchero de Tinta no es el ambiente indicado para hacerlas germinar, así que volvemos para estos pagos a desempolvar los estantes y ver qué pasa.

Espero que ustedes sigan ahí afuera. Quedan muy cordialmente invitados a volver y quedarse.

Cambio y fuera

Actualización del día 16 de Febrero de 2011: No crean en nada de lo que dice acá abajo. Para más información, vean el post de arriba. Post original del día 20 de Noviembre de 2009: Amor Entintado arrancó a principios del 2004, como un lugar para poner las cosas que se me juntaban en la cabeza en aquellos días de mucho tiempo libre (la cantidad de posts semanales en esas épocas es prueba irrefutable). Hoy, casi seis años, tres mudanzas y dos hijos después, las cosas son bastante diferentes. Ya no puedo ni quiero dedicar varias horas por día a pulir una idea hasta que quede algo medianamente decente.

A lo largo de este tiempo fueron apareciendo sitios satélite (Puchero de Tinta para enlaces, Tintografías para fotos, Mezcladito Entintado para música, Twitter para pavadas breves), en una especie de esfuerzo por encontrarle lugar a las cosas que no cuadraban con el espíritu original de este weblog. Pero tanto desparramo puede ser complicado de controlar y ya se sabe que quien mucho abarca etcétera. Hora de apretar el lazo y meter a todos los chivos en el mismo corral, digo yo.

Así es que en este sencillo acto doy por terminado este hermoso experimento de Amor Entintado (cayendo en la volteada también Tintografías y el Mezcladito). Y a los que tengan ganas de seguir los invito a pasar por Puchero de Tinta, la (vieja) nueva casa en donde iré acomodando todo lo que se me ocurra escribir, fotografiar, dibujar, escuchar, recopilar, copiar o robar de acá en adelante.

Gracias por todo, a todos, en serio. Ahí nos vamos viendo.

Romance

Llegó el momento que Lucrecia y Edgardo tanto habían anhelado. ¡Al fin solos! Se miraron largamente a los ojos, se tomaron de las manos y se estrecharon en un sensual abrazo. Sus cuerpos se fundieron en uno solo. Los niños del barrio no podían decidir si era más gracioso referirse al monstruo resultante (cuatro ojos, dos bocas, hermafrodita, cuadrúpedo y cuadrúmano) como "Lucrardo" o como "Edgarcia".