Canción del momento XIII

Cuando uno se cruza con una canción interpretada por un artista o grupo que jamás escuchó antes, suele haber un pequeño detalle crucial que hace que la balanza del gusto personal se incline hacia el lado positivo (o no). Para algunos se tratará de un riff de guitarra, para otros será algún ritmo en particular, para otros la instrumentación o la voz. En mi caso personal, casi siempre el interés se me despierta por el lado de las letras. Una frase retorcida, una rima sorpresiva, y ya me tienen en el bolsillo.

Justamente eso fue lo que me ocurrió hace un tiempo con The mountain goats, el alter ego grupal de un tal John Darnielle. No busquen encontrar en este falso grupo (que ya lleva más de quince años de notablemente prolífica carrera) ningún tipo de virtuosismo musical ni mucho menos. De hecho, prácticamente todas sus canciones son fácilmente interpretables por cualquiera que conozca los acordes más básicos en una guitarra. Ojo, que no hay mal gusto y las breves intervenciones de otros instrumentos (un violín por acá, un piano por allá) subrayan de manera notable las melodías ultra-simples de este muchacho, pero lo cierto es que la música resulta poco más que un soporte agradable para las letras.

Ah, pero qué letras, señoras y señores. Son como pastillas de cianuro con forma de caramelo verde que uno traga con una sonrisa de oreja a oreja. Emocionan a punto de lágrima sin jamás caer en lo trillado. Se regodean en un absurdo que, en esos pequeños universos de tres minutos, resulta perfectamente lógico. Se disfrutan sin culpa, de a manojos, a lo bestia.

Sean tan amables de permitirme traerles tres muestras de esto que trato de expresarles (seleccionadas a duras penas entre cientos de joyas de un catálogo notablemente parejo).

En Song for Dennis Brown (del disco The sunset tree), Darnielle traza un extraño paralelo entre el fallecimiento por pneumotórax agravado de una estrella musical jamaiquina (nótese el guiño musical a la Redemption song de Marley) y su propia muerte futura, intercalando postales inconexas que parecen sacadas de la página de policiales de un diario y no hacen otra cosa que dejar bien claro que, a la larga, el mundo sigue su marcha. Acá va un intento de traducción de la primera estrofa:

El día en que el pulmón de Dennis Brown colapsó,
suave lluvia de primavera caía sobre Kingston.
Y allá por el puerto, policías locales interceptaban un cargamento entrante.
Y por un rato hubo caos mientras esposaban y golpeaban a unos marineros.
El día en que mi pulmón colapse, no va a ser muy diferente.

Una reinterpretación contemporánea y particularmente vengativa (contra todos y contra nadie) del mito de Rómulo y Remo, sin desdeñar la esperanza, es el tema subyacente en Up the wolves, del mismo disco que la canción anterior. Uno puede imaginar a Darnielle cantando estos versos finales con los dientes apretados, las venas del cuello hinchadas y los ojos fijos en la pared:

Voy a ponerme en forma para pelear, investigar cada ángulo de ventaja injusta.
Voy a sobornar a los oficiales, voy a matar a los jueces.
A ustedes les tomará años recuperarse de todo el daño.
Nuestra madre ha estado ausente desde que fundamos Roma,
pero va a haber una fiesta cuando el lobo vuelva a casa.

Si me permiten el exceso, quiero terminar con la transcripción completa de una canción que descubrí (¡cuándo no!) en casa de Monsieur Joey Comeau, y que determinó que The Mountain Goats pasaran a ocupar uno de los rincones más iluminados en mi desprolijo estante de favoritos. Se trata de un elogio desvergonzadamente entusiasta del desastre en todas sus formas y la belleza (no tan) oculta en lo peor de nosotros y de los otros. Con ustedes, desde el disco Tallahassee, No children:

Ojalá que los pocos amigos que nos quedan se den por vencidos al tratar de salvarnos.
Ojalá que podamos urdir un plan infalible para enojar a los pocos tontos que nos perdonaron.
Ojalá que los alambrados que arreglamos se derrumben bajo su propio peso.
Y ojalá que nos pasemos de la última salida, ojalá que ya sea demasiado tarde.
Y ojalá que el basural a unas cuadras de acá algún día se incendie,
y ojalá que el humo negro me lleve lejos y jamás vuelva a este pueblo en mi vida.
Ojalá que mienta y le diga a todos que fuiste una buena esposa.
Y ojalá que mueras. Ojalá que los dos muramos.
Ojalá que me corte al afeitarme mañana. Ojalá que sangre todo el día.
Nuestros amigos dicen que está más oscuro justo antes de que salga el sol;
estamos bastante seguros de que se equivocan.
Ojalá que esté oscuro por siempre. Ojalá que lo peor todavía no haya pasado.
Y ojalá que parpadees antes que yo. Ojalá que nunca me ponga sobrio.
Y ojalá que cuando pienses en mí, en unos años, no puedas encontrar ni una cosa buena para decir.
Y ojalá que si algún día encuentro las fuerzas para irme vos te mantengas bien lejos de mí.
Me estoy ahogando y no hay señales de tierra firme.
Vos te hundís conmigo, mano en mano sin amor.
Y ojalá que mueras. Ojalá que los dos muramos.

¿Acaso queda algo por decir? No creo.

Mejores dos segundos®: De Song for Dennis Brown, el riff ya mencionado, claro. Por el lado de Up the wolves, la forma en que advierte "I'm gonna kill all the judges!" es tremenda. Y, como a No children no la puedo elegir entera porque dura bastante más de dos segundos, me quedo con ese instante en que una segunda voz entra para la frase "in my life" en el primer estribillo. Sencillamente fantástico.