De sopetón

Como para que no nos acostumbremos a ordenarte demasiado la vida, se te ocurrió desafiar cualquier horario de cesárea programada y te apareciste unas horas antes, en medio de la noche. Y acá estoy, mirándote dormir por primera vez, escribiendo esto en la semipenumbra, agotado de felicidad. 

Bienvenido seas, Gonzalo. Tenemos algunos besos para darte.