Una mano de esmalte

Los lectores habituales notarán (y si no lo hacen, basta con presionar Ctrl+F5 para refrescar sus navegadores) que Amor Entintado acaba de sobrellevar una sutil pero contundente pintarrajeada, saltando al sucio callejón del color para escapar de la gris y pulcra avenida que venía transitando desde su nacimiento. Seguramente queden por ahí algunas esquinas que necesitarán una segunda manito de barniz, pero esos detalles se irán corrigiendo con el tiempo.

"¡Es sólo burdo maquillaje sobre el mismo diseño de siempre!", dirán unos. "¡Aún más aburrido y soso que antes!", gritarán otros. "¡Son los mismos colores que quedaron en nuestra alfombra del baño luego de que el perro vomitara allí los restos de un roedor de origen desconocido!", sollozará el resto. Y lo más triste es que todos tendrán razón.

¿Cuáles fueron los elementos inspiradores de esta lamentable explosión cromática? El daltonismo y el mal gusto, principalmente. Hay algo también otoñal en la paleta, en armonía con la estación que asoma por la ventana acá en el hemisferio sur.

Calle a unos metros de la morada Entintada

Calle a unos metros de la morada Entintada

Pero la colorida novedad tiene una razón muchísimo más concreta, más viajera, más deportiva. Se vislumbra en estos predominantes tonos de verde el fresco césped de los campos de juego teutones, ávidos de recibir el talento de los cientos de muchachones que, provenientes de las más variopintas regiones del planeta, se disponen en unos días a morder un bocado de gloria con la pelota en los pies. Y en los manchones de rojo y bermellón es posible adivinar la furia de la sangre que galopa por las venas de atletas y espectadores, el fatal destierro de una tarjeta en manos de un árbitro receloso, los millares de litros de vino tinto necesarios para mitigar la angustia de los fanáticos decepcionados.

Es que Don Mateo, el más temido barrabrava de la comitiva argentina, nos ha concedido el honor de acompañarlo en su periplo por tierras mundialistas y este rincón se transformará (por unos días) en el diario de viaje de los Entintados a través de la milenaria Europa Central.

El peligroso truhán descansa en su lúgubre lecho, acumulando energías para sus futuros desmanes

El peligroso truhán descansa en su lúgubre lecho, acumulando energías para sus futuros desmanes

Y ojo, que no se hablará (casi nada) de fútbol. Ya muchos otros buenos weblogs manejan el tema con gran idoneidad y poco podría yo aportar al respecto. Mas bien se tratará, supongo, de una serie de pequeños retazos, impresiones recogidas en calles que se caminan por primera vez, traducciones erróneas de conversaciones en las salas de espera de los aeropuertos, torpes intentos de transmitir con palabras cosas que no se deberían. Intentaré ser más prolífico, hasta el punto de generar (en la medida de lo posible) más de un post diario. Pero a la vez me llamaré a la brevedad, cediéndole el protagonismo a las imágenes en detrimento de la prosa malamente retorcida que suele abundar por aquí (y puedo adivinar el coro de suspiros aliviados del otro lado de la pantalla).

Será una experiencia completamente novedosa para quien esto escribe y espero sinceramente que resulte disfrutable también para los estimados lectores, ya sean visitantes habituales o flamantes víctimas.

Partimos en nuestra aventura dentro de algunos días, así que sepan disculpar el desparramo de pasaportes, medias y calzoncillos mientras terminamos de armar el equipaje.