El regalo ideal

La tendencia generalizada en el mundo occidental es aquella que sostiene que realizar regalos es un gesto de aprecio y buena voluntad. Uno le regala cosas a aquellos que quiere bien (o, por lo menos, a aquellos con quienes uno desea congraciarse). Existe un aura positiva alrededor de cualquier cosa envuelta en papel brillante y decorada con un moño.

He decidido que esto no tiene por qué ser así. Me embarco entonces en la cruzada del mal regalo.

El mal regalo es ideal para darle a la gente que uno odia y cuya vida uno desea hacer, aunque sea, un poquito peor. Y como este blog se precia de ser una inagotable fuente de recursos, les ofrezco en estas fiestas un perfecto ejemplo para repartir entre sus enemigos mortales. Señoras y señores, con ustedes:

Quedan ustedes invitados a hacer click en la imagen y descargar un documento (en formato Adobe Acrobat, cuyo lector pueden ustedes agenciarse aquí) que recopila los relatos, pensamientos y versos más execrables aquí publicados a lo largo del año 2004. No verán allí nada que no pueda encontrarse en el archivo (exceptuando un brevísimo prólogo escrito para la ocasión), pero el hecho de enfrentarse a tanto horror en un solo paquete puede resultar demasiado para la psiquis de cualquier ser humano.

Así que adelante, impriman diez mil copias en la impresora de su trabajo, malgastando preciosos insumos que luego su odioso jefe se verá en figurillas para justificar. Repartan copias a diestra y siniestra, sin remordimiento: al sádico dentista de manos peludas que los tortura con clínico placer, a esa vecina chismorrera y ponzoñosa, al árbitro que no les cobró el penal en la final del torneo de barrio, al dueño del perro que hace de sus veredas un improvisado baño público, al verdulero que disimuladamente les vendió duraznos machucados, al colectivero que les cerró la puerta en la cara luego de correr media cuadra bajo la lluvia. Estoy seguro de que no faltarán posibles candidatos para esta terrible venganza.

Y, si se animan, léanlo también ustedes, pero no me hago cargo del daño irreversible que semejante acto de arrojo pueda llegar a causar. Después no digan que no les avisé.

Actualización: Para quienes busquen una alternativa más ligera y rápida al tosco bodoque del Acrobat Reader, don Fafo (uno de los popes del glorioso Esperma Digital) recomienda con entusiasmo a Foxit, un programa más pequeño y eficiente que cumple con el mismo cometido.