Duelo

Desde ayer por la mañana, el ambiente urbano que nos rodea (habitualmente de colores tan chirriantes que lindan en lo saturado) se antoja pálido y algo gris. Una neblina con olor a quemado se mueve perezosamente calle abajo, cubriendo todo con un velo opaco muy parecido a la capa de polvo y pelusa que sí o sí se amontona en la parte superior de las paletas de cualquier ventilador de techo. Si uno sale al balcón y mira para allá, se alcanza a distinguir el resplandor del fuego responsable de tamaña afrenta al espíritu cromático de la zona.

Eclipse de ceniza

Eclipse de ceniza

Nadie se anima a decirlo, pero el siniestro es claramente intencional: alguien se enteró de la trágica muerte de un intrépido molusco y decidió homenajearlo armando su propio eclipse de ceniza. Es sabido que al rayo del sol no se puede llorar como Dios manda.